Términos como barbarie no debe desecharse a la ligera. La barbarie evoca imágenes de caníbales, asesinos o terroristas. Pensamos en vivir en un entorno donde todas las normas sociales han sido destruidas. Las personas de clase media que viven su vida normal con relativa seguridad y comodidad se sienten protegidas de la barbarie.
La definición de barbarie comienza con la “ausencia de cultura y civilización”. Dado que la alimentación, la vivienda, el saneamiento y la atención sanitaria son los componentes más básicos de la civilización humana, ¿no están masas de personas sin hogar privadas de estos elementos básicos viviendo en un estado de barbarie? ¿No es bárbara una sociedad que no quiere o no puede evitar que cada vez más personas caigan en este estado? ¿No está una ciudad dispuesta a quitarle dinero a los obscenamente ricos para ayudar a los bárbaros desesperadamente pobres?
Según otra definición, la barbarie es “crueldad o brutalidad extrema”. ¿No es cruel permitir que la gente viva en condiciones de extrema privación? ¿No es brutal obligar a la gente a soportar el calor, el frío y la lluvia sin cobijo? ¿Ignorar el hecho de que seis personas al día mueren en las calles de Los Ángeles no es cruel? ¿No es bárbaro dejar a miles de mujeres a su suerte contra la agresión sexual?
Por muy malas que estén las cosas ahora, ¿cuánto más bárbaras pueden volverse sin frenar el egoísmo de los propietarios corporativos o la responsabilidad del gobierno de albergar a todos? ¿No nos estamos sumergiendo más profundamente en la barbarie con millones de californianos pensando que podrían ser los próximos sin hogar? ¿No es cruel que una familia de seis personas tenga que vivir en un apartamento diminuto? ¿No es brutal que una persona que trabaja a tiempo completo tenga que elegir entre alojamiento y comida?
Podríamos pensar que la barbarie proviene únicamente de las acciones de personas malvadas, pero también es probable que sea el resultado de una negligencia benigna. La burocracia, la codicia y la indiferencia son en realidad la principal fuente de sufrimiento extremo y, por tanto, de barbarie en California. Es nada menos que obsceno que poseer riquezas incalculables, no podemos afrontar el simple desafío de albergar a todos. Muchos países mucho más pobres que nosotros no tienen este problema.
Hemos decidido que la falta de vivienda no es realmente nuestro problema. Es posible que nos sintamos mal por ello. Es posible que queramos que se arregle. Quizás incluso estemos dispuestos a pagar más impuestos para aliviar el sufrimiento. Pero no estamos dispuestos a solucionar la causa fundamental del problema: los alquileres son demasiado altos porque hay muy poca regulación. Los servicios públicos están altamente regulados. Sus aumentos de precios deben ser aprobados y a menudo se reducen. Las empresas de servicios públicos deben ofrecer descuentos a los pobres. Entonces, ¿cómo tiene sentido que el mayor gasto que tenemos –la vivienda– quede exclusivamente en manos del mercado?
La crisis inmobiliaria no es algo que le esté pasando a nadie más. Es un veredicto sobre nuestra sociedad en su conjunto. Y no deberíamos negar lo mucho que puede empeorar la situación si seguimos evitando el cambio sistémico. El refugio es un derecho de nacimiento. Ninguna sociedad que no pueda albergar a su gente merece ser considerada "civilizada".